Grité y en aquel grito ardí.
Callé y marginado y mudo ardí.
De los márgenes todos me arrojó.
Al centro fui y en el centro ardí.
Luz del cielo es nuestro cuerpo terrenal.
Celos causa al ángel nuestra agilidad.
A veces envidia causa al ángel la pureza nuestra.
A veces ahuyenta al diablo el coraje nuestro.
Ha llegado la hora que dedicarte debemos
y con tu alma, casa de fuego levantaremos.
Tú, oh mina de oro, oculto estás en la tierra.
Cuando puro amanezcas, te echaremos en el fuego.
Por unos días con los niños fuimos al maestro;
por unos días nos alegramos con rostros fraternos.
Escucha el final de nuestra historia:
tal nube salimos y fuimos tal viento.
Sabe, oh alma, quién tu alma es.
Y sabe, corazón, quién huésped tuyo es.
¡Oh cuerpo que por todos los medios buscas remedio!,
él se te lleva, mira tú quién te busca.
Ser derviche y enamorado a un tiempo es reinar.
Tesoro es la tristeza del amor, mas oculto está.
La casa del corazón dejé en ruinas con mis manos.
Y supe que en las ruinas el tesoro está.
En nuestra mente hay voluntad de otra tarea.
Es otra cara nuestra amante buena.
Juro por Dios: tampoco el amor nos bastará.
Para nosotros tras este otoño habrá otra primavera.
Aquel Mansur Hal-lach que dijo: «Soy la verdad»
la tierra del camino borraba con sus pestañas.
En el mar de su no ser Mansur flotaba
y allí pulía la perla «soy la verdad».
En tanto por guía la laxa natura tengas
no juzgues que tu sino victorioso sea.
Dormido de día, ¡qué corta es la noche de la vida!
Temo que despiertes cuando día sea.
Rumi.
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